sábado, 12 de febrero de 2022

Aquella crisálida

La crisálida pendía de un hilo de seda, a la sombra del ramaje espeso. Se bamboleaba con la brisa y con los aprestos de la criatura que latía en su interior. Veinte metros más allá, sobre la pradera abierta, una luz intensa como una centella tocó tierra depositando allí a los dos sujetos en sus máquinas del tiempo. Ambos desmotaron y marcharon hasta el árbol. Uno de ellos se detuvo frente a la crisálida, apuntó con su arma al centro del gusano empaquetado y disparó una luz azul y muy intensa. La crisálida se iluminó y se hinchó hasta desintegrarse en un seco estallido.

–La mutación ha sido exterminada, Capitán.

–Buen trabajo, Chesterton.

El soldado aleteó brevemente, restregó su pata central contra la antena izquierda, dio la vuelta y emprendió el regreso hacia su cronoleta.

–¿A dónde va? –dijo el Capitán.

Chesterton lo miró con sorpresa.

–De regreso, Capitán. De vuelta al futuro, por supuesto; a nuestro mundo, a mi hogar. Allí me espera mi dulce mariposa, y mis retoños, y la casa del río, y el bosque ocre de arrayanes. Allí me espera el descanso, la felicidad. La paz del hogar.

–No entiende, Chesterton ¿Verdad? No entiende nada de lo que ha pasado. Ese futuro ya no existe. Sin la mutación, ya no habrá un mundo de hombres-mariposa.

Chesterton abrió los ojos y comenzó a demacrarse

–¡No puede ser…! ¡¿Los hemos matado a todos?!

–O tal vez nunca existirán.

–No puedo creer eso. Siquiera puedo entenderlo... Deben estar en alguna parte.

–En ninguna donde puedan llevarnos esas cronoletas, Chesterton. 

Mientras hablaba, el Capitán apuntó al joven soldado con su arma.

–Y en el único futuro al que podríamos regresar, usted y yo seríamos abominables.

Antes de que Chesterton pudiera reaccionar, el Capitán disparó el delgado hilo de luz azul sobre su cuerpo inmóvil. El joven lanzó un gemido ahogado, se retorció de dolor, se iluminó como un fuego y sus facciones comenzaron a inflamarse hasta semejar un globo rojo. Finalmente se desintegró con tres secos estallidos: cabeza, tórax y abdomen.

El Capitán avanzó hacia él y pisoteó  brevemente el despojo de sus alas chamuscadas.

–Pobre Chesterton –murmuró–. Desde el principio, esta era una misión suicida.

Caminó despacio hacia las máquinas; acarició con un dedo su cronoleta negra, espiando la fecha en los relojes; se puso el arma en la cabeza, oteó el horizonte con trescientos ojos y se iluminó hasta reventar.



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