Ya no hay horas detrás de las ventanas
Ni fríos ni calores ni calmas ni ajetreos
Ni detalles en las cosas
Ni mañanas felices
Ni guerras despiadadas
Solo una montaña de relojes vacíos
De termómetros sudados
De periódicos en blanco
Y un millón de letras
Flotando en el charco.
Y no hay pasado ni futuro
Ni negros ni blancos
Solo un gris que es como la nada
Y ese ruido que es como un silencio
Y ese sol que se apaga y se apaga
Solo está esta silla y este alero
Y la lluvia en la calle
Y la mirada en un ángulo del cielo
Y este cuerpo disecado y frío
Infinitésimo yace el universo
Debajo de las sombras
De tu inconmensurable ausencia
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